sábado, 24 de diciembre de 2011

y qué si está de moda odiar la Navidad.

Está de moda odiar la Navidad.
Está de moda tomar el gin tonic con pepino, fresas, pétalos de rosa (habráse visto).
Está de moda la moderación, el minimalismo. Está mal vista la ostentación (ya sabeis, estamos en crisis). Y las modelos delgadas. Y los gastos extravagantes. Y las niñas jugando a ser mayores.

Photobucket


Está de moda lo eco, bio, light, diet... Las meriendas a base de crudités con salsa de queso o barritas de cereales y zumo de pomelo.
Está mal visto gastarse siete euros en una revista, doce en una caja de macarons, sesenta en el libro de Carine.

Photobucket


Ya no se llevan los logos, ni los dos besos, ni las cartas manuscritas o las postales por navidad.
Ya nadie escucha los cuarenta, porque lo in es ser indie.

Nadie dice votar al PP, todos somos progres, y modernos, y alternativos.



Están mal vistas las chicas que beben cerveza, las faldas demasiado cortas y los escotes demasiado grandes.

Photobucket

Es de mala educación poner los codos sobre la mesa, devorar la comida con las manos.

No se debe fumar, ni beber, ni comer en la cama. Dicen que tampoco es sano escribir con el portatil sobre el regazo, ni poner la música demasiado alta en el iPod.

Photobucket


Todos los anuncios de aspiradoras son misóginos, y las modelos anoréxicas, y los adolescentes unos malditos degenerados.
  La televisión nos atonta, los te quieros están sobrevalorados.

Photobucket


Todos sabemos tanto de todo hasta identificamos las estrategias de marketing, y sabemos huir de ellas. Seguimos guardando las mejores botellas de vino para esa ocasión especial, gastándote tu sueldo en contratar demasiados canales para la televisión, cientos de prendas en Zara (haz cuentas, los precios ya no son lo que eran), la cubertería de plata que nunca llegarás a estrenar.
Mientras, maldices a esa china de la tele que colecciona birkins de doce mil euros y pasea sus suelas rojas por la Moraleja.

Photobucket

Puede que me odieis si os digo que amo Vogue Paris. Sí. Con sus niñas, sus polémicas, sus huesos y sus humos. Que a veces me apetece fumar como una camionera, y beber como si no hubiera mañana. Citadelle con fever tree, sí, y grey goose con cualquier cosa. Pero también vino del Orense a cincuenta céntimos la cunca, y lamer la sal y chupar el limón, y bailar con Pitbull y decir churri y chato y demás horteradas impropias de un estudiante de periodismo (y poco recomendables, en general, para cualquiera). Lloro con poemas de Lord Byron. Pero también con algún párrafo de Crepúsculo. Y voy al mcauto, y ensucio el coche, y le hecho queso a todo en cantidades industriales. A veces me creo que los sofás del Foster’s son los de mi casa. Y llevo un año ahorrando para un Chanel de cuatro cifras, casi el mismo tiempo que llevan las suelas rojas en mi armario. Odio hacer la cama, y al final de muchas semanas está llena de manchas de rimmel, y tabaco de liar. Creo que oigo menos de lo que debería porque uso auriculares, y no cascos, y a mi móvil no le funciona el botón de bajar el volumen desde que se me cayó en una discoteca hace dos veranos. Me guardo mucho los tequieros, pero grito a los cuatro vientos que amo a mis amigas. Me hice un esguince por caminar con tacones demasiado altos por las calles adoquinadas de Santiago de Compostela. Y lo sigo haciendo. Lloro porque perdí a un chico que adoraba. Y lo perdí por un error que sigo cometiendo. Y ME GUSTA.

Photobucket

Revisa tu lista de sueños, de propósitos, de deseos. Crea tu país de las maravillas del que no tienes por qué despertar nunca.
Y qué si es de ancianas hacer calceta, tomar el té en el Embassy?

Photobucket


[Sal a cenar un día, toma una copa de champagne para celebrar que es navidad, o invierno, o diciembre, o que estamos vivos. Pide la carne poco hecha, prueba todos los postres de la carta, sueña con el desfile de Chanel mientras charlas en mesas con la cristalería que hace años adorna (y sólo eso) tus vitrinas. Ten una resaca memorable.]

Photobucket

Y si vas a regalar estupideces, no regales. Porque esa personita que rasga el papel de regalo es familia tuya, o quizás tu mejor amigo. Y seguro que ya es mayorcito para tener una colonia favorita, y probablemente se la compre él mismo. O quizás sea de esos que prefieren un pase VIP para el rock in Rio que un par de zapatos de Prada.
Esto es un tema que merecen un post completo (y lo habrá) pero de esto se tratan muchas cosas: de establecer preferencias.

Si no sabes las de tu regalado, pregunta y acertarás siempre. Eso tampoco está (ni lo ha estado nunca) de moda, ya lo sé. Pero qué importa.

Photobucket

Comamos, bailemos, bebamos y hagamos el amor ignorando por una vez las modas y el qué dirán y quizás esto parezca una aún más Feliz Navidad.

Bi. 

sábado, 10 de diciembre de 2011

Botas Timberland

Mientras me acostumbro a este muy mejorado nuevo blogger, mientras se empieza a gestar la entrada de fin de año y medito un par de ideas más para publicar otras dos durante este mes, decido hacer un breve paréntesis en el hilo de historias desordenadas de este blog para hablaros de zapatos.org


 


Es uno de esos sitios que poner en tu barra de marcadores y al que acudir antes de lanzarte a la compra de zapatos (especialmente por internet).
Ellos cuentan también con tienda online, pero se especializan en hablar de lo que otros fabrican o venden.
Y lo hacen maravillosamente porque lo hacen desde el cariño y el conocimiento de este complemento(?) que ha ido escalando puestos en relevancia en nuestro vestidor (y nuestro presupuesto).


Aquí hablan de Jimmy Choos y Geox, de diseñadores punteros, y marcas de masas, y pequeñas firmas que intentan hacerse un hueco en el mercado.

Esta variedad la hace una web para todos.
Y esta variedad me ha llevado a mí a hacer casi inconscientemente un recorrido por determinadas escenas de mi vida a través de mis zapatos.


Las all star rojas que tú y yo compartimos en mi primer viaje a Irlanda, mis primeros zapatos de tacón, las menorquinas que paseé por las playas de Cádiz y, los Timberland con los que hice el camino de Santiago.



Lo mejor es que el servicio no puede ser más completo: junto a una presentación del equipo de redactores y una guía de tags, encontramos un muy didáctico post sobre la historia del zapato, y, mi favorito, un compendio de entradas sobre SALUD y ZAPATOS,  con explicaciones sobre cómo cuidarlos, cómo reducir el dolor por los tacones o cómo hacernos la pedicura.



Cada vez es más difícil encontrar gente con pasión por su proyecto en la web, sobre todo cuando se trata de páginas relacionadas con la moda. Pero lo que parecía imposible era que quedasen todavía páginas tan cuidadas y con tanta dedicación.





domingo, 27 de noviembre de 2011

Aquello que os debía.

En Madrid hace tiempo que ha anochecido, y aunque la ciudad esté ahora más despierta que nunca, alguien tiene que coger un vuelo temprano mañana.
Pero como siempre, Morfeo no me visita cuando más lo necesito, y de mi habitación de hotel sigue saliendo luz y humo pasadas las tres de la mañana.
Vestida, me acuesto en la cama sin deshacer.  En la mesilla, la botella de ginebra del viernes, una libreta, y una notita de esas dos hermanas mías con las que no tengo familia en común.

Photobucket
Photobucket



Y se me viene a la cabeza ese reencuentro con ellas. Y cómo nos abrazamos, y cuánto las echaba de menos.
Pero ese no fue mi único (re)encuentro del día.
Y entonces recuerdo,...que le debo algo a alguien.

Gracias, memoria, por seguir dándome razones para mantenerme despierta.
En fin, de perdidos al río. Vacío de un sorbo una botella negra que llevaba abierta en el suelo desde el viernes, y me meto en la boca un par de macarons que compré para una amiga.

Cierro los ojos, e intento discernir todas las emociones de aquel par de horas para poder ponerlas en negro sobre blanco sin que suenen a topicazo, o a dramatismo, o a tablón de tuenti.

Algo me dice que no lo he conseguido, pero por suerte la misma vocecita irracional me hace creer que vosotros sabréis leer más allá, y con eso me basta.

Para todos los demás, da igual, esto no es más que una (otra) historia, en el sentido más peyorativo de la palabra.



Photobucket


Resulta que era sábado, y en Madrid hacía frío, aunque ella, en fin, digamos que ya no sentía nada. Con su tobillo aún quejándose de los restos de un esguince, recorrió un par de distritos en tacones para empaparse de las calles, la gente, y los locales de la ciudad que hace un par de años la enamoró.

En cada tienda, revivió la pasión por eso que llama el octavo arte, y hizo una paradita en Serrano 34 sin quitarse a Julia de la cabeza.
Iba a tiro fijo, pero dio vueltas por la tienda durante una media hora, charlando con la encargada, con una clienta, hasta con un par de zapatos. Soñando con bailar sobre ellos con el hombre sobre cuyas iniciales descansaba su talón. Soñando con cabalgar vestida de blanco en aquel antro de los setenta.

Photobucket

Aún sin saber si estaba en Madrid o en la Calle 54, y tras un rápido té con leche en el Starbucks más cercano, corrió a meterse en ese mundo subterráneo paralelo para encontrarse con ellos.

Bien, creo que es hora de parar con los indefinidos (a veces me paso con los ese-s y aquel-es)

Photobucket

Y ahí estaba ella. En Ventura Rodríguez, consumiendo Marlboros light y ojeando revistas compulsivamente. Nerviosa como un novio que espera ante el altar a una novia que se hace de rogar.
Entonces, así como veinte minutos más tarde, ve un par de nucas de dos personas que suben la escalera. Y se dan la vuelta, buscando.

Oh.
Cómo actúo? cómo sonrío? cómo saludo? qué digo?
Beso. Beso.
¡Qué alto!
No me lo creo.
Y no sé si ellos tampoco, porque casi no les dejo hablar. Qué le voy a hacer, siempre me pasa.
Igual son nervios, igual es ese subconsciente mío que teme que si les dejo hablar se me caiga el mito. Pobre ignorante, mi subconsciente.


El brunch, por mucho que no fuera junto a la ventana, estaba riquísimo. Y el sitio, más que perfecto para el encuentro. De esos sitios que, por más que sean conocidos, no dejan de ser especiales. No más de cuatro mesas, gente guapa pero no aparentona. Íntimo pero no demasiado. Vamos, como esos dos muchachos con los que estaba sentada a la mesa.

Photobucket

El tiempo de conversación se me hizo corto. Qué digo corto, cortísimo. Y a cada tema que sacabais o sacaba se me aceleraba el corazón, pensando: ¿y si en esto no pensamos igual? ¿y si todo se cae así, puf, de repente?
Pero no. Me enamorasteis. Me enamorasteis de verdad. A cada palabra, y cada gesto. Cada opinión compartida, cada sonrisa de interés por mi historia confesada. Sé que os habrá parecido lo contrario, pero no soy de esas personas que se abren demasiado pronto, por mucho que me exponga en el blog. Pero sentía que debía poneros en contexto.

Photobucket

El caso. Le dimos un último sorbo a la mimosa y nos fuimos. Entonces pasó lo de la cámara.
Lo de la cámara, me explico, es ese “llévala tú, no, llévala tú” que tantas noches de fiesta me tiene pasado. Al final, resultó que nadie tenía cámara. Y como sabe Dios cuando volveremos a vernos, y por muchas ojeras que yo llevase, aquel encuentro debía quedar probado al menos en una fotografía.
Diez euros y un curso de formación profesional exprés en el uso de cámaras desechables más tarde, logramos hacernos esa foto. Aunque no fuese en un lugar ni bonito ni underground. Pero vamos, que para bonitos nosotros, y para underground,.. qué se yo, la boca de metro de fondo.

Y allá nos fuimos, esta vez juntos, de nuevo al metro. A prisa, nos despedimos. Cargada con más bolsas que cuando los saludé, salté del metro con la esperanza de volveros a ver.
Quizás la próxima vez sea en un desfile, o en una fiesta en la embajada francesa, o pujando por el palacio de la Caye.
Mi más bonito recuerdo de este fugaz viaje a Madrid os lo guardo a vosotros.
Pablo y Bea, ha sido un placer.

Photobucket

Y así llego a la última página del pequeño bloc de notas del hotel en el que escribo.
Sé que me quedará mucho por decir, pero por fin parece que el sueño viene a buscarme.
El regusto del champagne marida bien con un último macaron antes de dormir.
Mañana todo habrá parecido un sueño.


Bi.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Yo quiero ser un poeta maldito.

Photobucket

Yo quiero ser un poeta maldito

Olvidémonos por un momento de los manuales de autoayuda, las dietas equilibradas, las desintoxicaciones, la vida sana y todas esos cuentos tan siglo XXI
Octubre ya no es tiempo de dietas del bikini, y todavía no urge madrugar para estudiar.

Dejémonos también de luces de neón y alcohol barato. Juguemos a ser ninfas bailando con el resplandor de una lámpara a medio gas.

Photobucket

Despertemos de una vez ese subconsciente nuestro, llamado a ratos m u s a, que tanto tiempo lleva roncando.







Llenemos copas de hadas verdes, y libretas de marañas de sentimientos. Prendámosle fuego a ambas.

Photobucket


Gocemos la noche en buena compañía, escribamos historias de desamores en la hora en que los besos saben a alquitrán.
Toma asiento en primera fila y asiste a la decadencia de la fiesta. Siente un brazo en tu cintura doce horas más tarde de la línea que cerraba la crónica de tu diario.

Photobucket


Pídele la hora a ese muchacho de ojos verdes. Recita con él en alto aquello de:

Tal como besa y muerde un pobre libertino
El seno martirizado de una puta vieja,
Así al pasar robamos un placer clandestino
Y lo exprimimos bien fuerte, como a una naranja añeja.

Y exprime la naranja, hasta que ya no le quede zumo.

Photobucket


Y cuando eso pase, de nuevo, escribe.

Photobucket

Claro que, citando a un poeta de los de ahora,

Si lo que quieres es vivir cien años
no pruebes los licores del placer.
si eres alérgico a los desengaños
olvídate de esa mujer.
compra una mascara antigás,
mantente dentro de la ley.
si lo que quieres es vivir cien años
haz músculos de 5 a 6.
y ponte gomina que no te despeine
el vientecillo de la libertad.
funda un hogar en el que nunca reine
mas rey que la seguridad,
evita el humo de los clubs,
reduce la velocidad,
si lo que quieres es vivir cien años
vacúnate contra el azar.
deja pasar la tentación
dile a esa chica que no llame mas


martes, 4 de octubre de 2011

las cartas que olvidé quemar.

"Las cartas de amor se escriben empezando sin saber lo que se va a decir, y se terminan sin saber lo que se ha dicho"
J.J. Rousseau 
  
Photobucket




Cucciola mia,
Te siento aquí. Cada vez que río, tus carcajadas me hacen cosquillas en los oídos, cuando lloro, corro a buscarte, enfadada y cariñosa, tras la puerta.
Un bacione.
L.
Photobucket



Piccola mia,
Hoy ha llovido por primera vez desde que volví. La última vez que vi llover tú estabas tras el cristal empapado. Las últimas gotas que recuerdo son saladas.
ti voglio molto bene, sai?
L.

Photobucket




Cara Babi,
No pienso en otra cosa más que en volver a G. Creo que siempre estaré en deuda con Irlanda por presentarme a los ojos más bonitos del mundo.
Espero que en la escuela todo te vaya bien. Yo casi no tengo tiempo, te escribo pronto.

ti voglio tanto tanto tanto bene
ti amo così tanto
mi manchi tanto tanto tanto
 L.

Photobucket

Cara mia,
Yo no, no te echo de menos. No extraño tu manos ni tu olor ni buscar constelaciones desde la almohada. Porque no puedes echar en falta algo que sabes que volverás a ver pronto.
Sé que no falta mucho para que te abrace de nuevo y el tiempo se pare como siempre que estoy contigo.
Ti amo Ti amo Ti amo.
L.


Photobucket


Nunca volvimos a vernos.
Una muy buena amiga borró su número de mi teléfono.
La última noche de invierno quemé nuestras fotos y todas sus cartas.
El papel quedó reducido a cenizas, las palabras -tantas veces dictadas por su padre- en italiano y su voz saltarina recitándolas en mi imaginación se esfumaron entre las nubes.
Enterré lo demás en el fondo de mis recuerdos y tiré la llave al mar.


Hace un año que del humo resurgió su voz para reventar la cerradura.
Y sólo una semana atrás, bajo pilas de ropa, en una bonita caja de fotografías viejas y retales de mi infancia encontre un puñadito de notas manuscritas.



Algunas frases reactivaron su espacio en mi memoria.
Pensé que tal vez sería una buena idea escribir aquí algunas antes de volver a esconderlas para siempre.



Bi.



IO E TE 3MSC

miércoles, 28 de septiembre de 2011

martes, 20 de septiembre de 2011

Un capricho se diferencia de una gran pasión en que el capricho dura toda la vida.

Porque los días pasan y la ilusión, la pasión, para lo bueno y para lo malo, d e s p a r e c e n.
Y después de veintinueve meses de relaciones, besos, abrazos la pasión no se había ido, pero el amor, de verdad, seguía sin llegar. Y aquello era agotador.

Photobucket

Cada uno por su lado y tampoco entonces pude usar la razón. Llantos, empachos, nervios, gritos y almohadas saladas. Pero ah, cuatro meses más tarde, la tristeza pasional y desgarradora comienza a abandonarme.

Photobucket

Y así una vuelve a escribir aquí, cambia las cañas de cerveza por botellas verdes de agua con gas y se muda de nuevo a Santiago.

En los últimos años me he pasado temporadas viviendo con esa filosofía de live fast, die young and leave a beautiful corpse, justificando todo con locuciones latinas o italianas, ora carpe diem, ora dolce far niente.
PhotobucketTambién el placer justificaba los malos ratos. Porque cuando conoces el paraíso, se hacen más soportables unos minutos –a veces días- de infierno.
Y lo que más me aterraba era volver a la tierra. A la mediocridad, a lo mundano. Creía que jamás me iba a volver a conformar con menos, y me enfadé cuando él lo hizo.

La ira, por supuesto, también se desvaneció según caían las hojas del calendario.
Igual que las ilusión por volver a clase se extingue al pisar la calle después del segundo día de colegio, o a la quinta comida en tu nuevo piso compartido.

Pero, ¿y si lo que queda cuando toda la pasión se va, es lo que de verdad importa?
¿No es cierto que las parejas más sólidas son las que, aún cuando pasan los años, aún cuando el deseo merma, siguen amándose como el primer día? ¿No es más auténtico el esfuerzo, más valorado el estudio, cuando se persevera, a pesar de las dificultades?

Photobucket


Un año después de empezar la carrera, algo más de ciento veinte días después de romper para siempre contigo, tras una semana viviendo con mi queridísima amiga, cuando ya han pasado un par de estaciones desde que la moda me llenase por última vez, me da miedo hacer balance.


Pero como parece que todas mis rabietas se han extinguido ya, el miedo tampoco tiene ahora sentido, y entonces, me doy cuenta.

Photobucket

El hueco siempre reservado para él en mi vida, en mi mente y en mi corazón vuelve a tener los inquilinos que nunca debí haber descuidado, mi carrera empieza a no llenarme suficiente y adoro a mi amiga más que nunca.

La moda, era mi gran duda, mi gran dilema. Después de toda la tormenta, de la emoción de mis primeras Vogues, y la guerra de la desilusión, ¿Qué?

Photobucket

¿Habría todo sido mi refugio adolescente, una afición que ahora quedaría para siempre en el olvido? ¿Recordaría mi colección de Harper’s, las visitas a museos, las horas pasadas leyendo a Menkes como ratos perdidos al servicio de una mera afición?

Photobucket

Entonces recurro a style.com.
Cuatro horas y cientos de desfiles, noticias y posts más tarde, me siento a escribir esto.
Porque esto sí sigue emocionándome.
Sigo sonriendo como una boba con cada diseño de Elie Saab, corriendo a escribir a Bea cuando algo me indigna, y llamando Gabrielle a Coco Chanel. Sigo, y seguiré, siendo crítica con quienes dan demasiada importancia a los y las bloggers –sobre todo, personal style bloggers-, compartiendo ciegamente lo que Bryan Boy dice en este post, y admirando con locura a quienes hacen verdadero periodismo de moda.

Y recupero una vieja caja de recuerdos.

Photobucket

[Recuerdos como unos pequeños triángulos negros de esmalte con cinco bonitas letras inscritas, el último número de Carine para Vogue París, la caja de mi primer esmalte de Dior y algunas fotos del maravilloso batiburrillo que es el estilo de MKOlsen.
Hay más que moda. Están los trozos de lazo que corté de mis primeras bailarinas de ballet, una cajetilla de cigarros de chocolate de hace un par de veranos, una foto de mi ahijada, y, allá en el fondo, esa carta que olvidé quemar.]

Surge –resurge- ese bum bum bum apurado que distribuye la sangre por mi cuerpo. 
El Arte de lo Efímero lleva a mis ojos el brillo de noches ardientes, o saltos en paracaídas, o finales de película épicos.

Entonces pienso que tú y tu buena relación te puedes meter tu seguridad y comodidad por donde te quepan. 

Photobucket


Que exceso siempre fue mejor que defecto, que todo es relativo al amanecer, o quizás hagan falta diez años para relativizar los malos momentos, pero los buenos, siempre serán buenos.

Y con eso me quedo. Con las risas, y la emoción, y también los altibajos.

Porque eso da un nuevo sentido a los momentos buenos, y en general te sientes más viva y más llena.

Photobucket


Porque beba lo que beba, viva donde viva, sea cual sea la razón que robe la calma de mi corazón, al final son esas pequeñas grandes pasiones -caprichos, para Wilde-, los arranques de delirio, los arrebatos, el frenesí, los que agitan y ordenan mi mundo.


 feliz de estar de vuelta, Bi.

P.D. este fue uno de los posts más ordenados y coherentes que he publicado y, sin embargo, me parece más caótico que ningún otro. Tanto, que ni título he podido encontrarle todavía.
Para bien, o para mal, esos que me pedisteis que volviera, espero que sigais ahí.

miércoles, 24 de agosto de 2011

A veces necesitamos un poco de Sur para poder ver el Norte

(des)montando mitos (II). A veces necesitamos un poco de Sur para poder ver el Norte


Después de implorar a todos los Santos y desayunar ibuprofeno con zumo de naranja (por si los años que llevo sin escuchar misa debilitan mi derecho a recurrir a ayuda divina) para que mermase, aunque solo fuera un poco, mi resacoso dolor de cabeza, nos dirigimos en bus al verdadero destino de nuestro viaje.

Photobucket


Conil de la Frontera esperaba, acogedor, divertido, caluroso y sacudido por el viento de Levante, tras una sucesión de paisajes de lo más andaluces.
Sevilla quedó atrás, y yo me pasé gran parte del viaje pegada a la ventanilla, casi sin pestañear, intentando registrar cada imagen de las que variaban tras el cristal como los fotogramas de aquellos viejos aparatitos que se compraban como recuerdo turístico.

Recuerdo que yo tenía uno que una tía me había traído de Venezuela. De pequeña, cerraba un ojo y acercaba el otro a aquella pequeña ventanita, como la de las cámaras de fotos. Y pulsaba el botón. El salto del Ángel, majestuoso, bellísimo. Clic. Gran Sabana. Clic. Los Juanes. Clic. Pico Bolívar. Sitios en los que yo jamás había estado, fotografías tomadas por otros y puestas ahí para niñas como yo que soñaban con cruzar el charco.

Photobucket

Pero esta vez yo estaba allí, y a la vez no estaba. Todo pasaba ante mis ojos a la velocidad del autobus, y la única forma de contemplar estas estampas de nuevo alguna vez era grabarlas a fuego en mi memoria.

 ----

Lo peor, o lo mejor, es que eso sucedió con cada momento del viaje.


Photobucket

Fue una escapada de siete días no sólo a un lugar diferente, sino también a una forma de vida distinta.
A despertares entre amigas, pollo, nutella y cervezas como pilares de la dieta, bailes en pubs a pie de calle sin quince centímetros de tacón entre mi pie y el suelo.

Photobucket


Sintiendo cada adoquín mientras me arranco por bulerías. Sintiendo los aires del sur de bar en bar, cigarro tras cigarro, paso tras paso y copa tras copa.

Clic.

Photobucket

Y doy palmas, el verde de mi esmalte de uñas se agita a cada choque de anillos. Y de Melendi a Shakira, y los Delinqüentes,.. y la Carrá.



No sé por qué me sale cantar a viva voz que para hacer bien el amor hay que venir al Sur.

Clic.

Otro taxi, es tarde por hoy. El amanecer nos lleva inevitablemente a las aguas del Atlántico. Esto es una farsa –pienso-. Con esta temperatura no puede ser el mismo océano que baña Riazor.

Photobucket


La enésima Cruzcampo, [el gozo de la juventud se agita en nuestros estómagos mientras]
saltamos las olas.

Clic.

Esta noche se nos hace tarde bailando en la terraza. Zapateando, agitándonos descalzas como si no hubiera mañana. Contando más de lo debido sin tener en cuenta que todo lo escuchan los vecinos.
Confesando, riendo, llorando a ratos.
Mejor a rato, en singular.

Photobucket
Llorando fuerte, esforzándome en dejar todas las lágrimas ahí, perdidas en los abrazos de mis amigas, salando las sábanas blancas de cierto hotel gaditano. 

[La única parte de mi equipaje que no deseaba traer de vuelta a Coruña.]
El maquillaje ensucia el cuarto de baño, los tacones, una vez más, se quedan en el armario.

Photobucket


Clic.

Photobucket

Vamos a El Cortijo.
Lugar cuasi perfecto perdido e n  m e d i o  d e  l a  n a d a. 
Patio andaluz lleno de hombrecitos madrileños de camisa y americana. 
Chinos y bermudas, náuticos y alpargatas menorquinas.
Chicos on fire, on the flame, on the fire... qué se yo..
Y el aire de la calle a mi me huele a goma fresca.
COSMO. BRISA. BAILE. Sex on the beach. 

BESO.


Clic.

Los gallos cantan ya mientras arrastramos las maletas hasta el coche. El corazón agitado todavía, la música de radiolé nos despide desde el último taxi que cogimos.
Esperamos el bus exhaustas, morenas, felices.
Cuatro muchachos que ya se iban a dormir se paran a darnos conversación. Y ahí, en el colmo de lo simple, magnífico final para una semana indescriptible, uno se planta mi gorro en la cabeza y hace de una maleta su cajón flamenco.


Photobucket
Clic.

NEGRO.

Se acabó la sucesión de fotos. Yo cierro los ojos, y me duermo.

---


El avión nos trae de vuelta a casa. Somos las mismas, pero diferentes.
Yo por fin he encontrado el Norte.

{Aquel dolor en el pecho, el insomnio, los llantos con solo pensar tu nombre están enterrados en mi memoria, aplastados por recuerdos de colores, caras nuevas y confesiones de viejas amigas en un balcón.}

Photobucket

Un beso enorme, Bi.

Related Posts with Thumbnails